E. Molina

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«A veces inventan un mundo sin saber
que no se entra jamás,
que hay que permanecer afuera de la Historia».

-Enrique Molina-

E. Molina



«Y ahora, por Dios, nada de imprecisiones,
el viento,
sobre la mesa revientan espumas, los muros no existen,
el viento».

-Enrique Molina-
















ABRIGO ROJO

A DIARIO

El Laberinto

sábado, 9 de septiembre de 2017

ROCE






ROCE





Josep Comes y Busquets 




   Desde el balcón regresa el olor del humo en el aire y trae con él el roce de mi abuela al pasar, me echo a un lado para que pase, la noche no se va a terminar y estará en el futuro porque la calle es y la casa es, lo mismo que mi cintura que se ha inclinado, me ha hecho gracia la broma de ladearme con la que agrando su mandil para cubrirme la cara, que se entremezcla, del suelo el zumo de las baldosas en el pasillo inmortal. ¡Y esto es tan diferente en invierno! Pero ahora estamos en el desliz que nos nombra, nos dice: ¡hala, con Dios! y se va.









viernes, 22 de marzo de 2013

LA MAÑANA







LA MAÑANA












   Una silla, una mesa, una cocina, la calle. La luz, el sur, el norte, los mapas.  Las carreteras, los tiempos, allí, antes, después, ruido y silencio, eso es la luz.

Las copas de los árboles derramándose en flancos por la mañana, la puerta de la calle, a la derecha la calle, enfrente al techo y afuera, adentro del techo pero la luz. Y adentro la mañana toda estirada como hecha de las mañanas.

La luz gris e insinuante, eterna, estática, intemporal y el humo. Y el tazón y el barro y el invierno y marzo avasallando a abril, contiguo, marzo que se prolonga, se estira, se ralentiza, salta, se funde entre las partículas de la atmósfera llenas de ojos.

Y una puerta, tres escaleras, la estantería, no conocía la palabra, nada sabía de su vertiginosa afluencia, no conocía su inseparable prolongación y preguntaba y jugaba  y me escondía detrás en los puños todos los ecos. Y repetía una vez, otra vez, cada vez una nueva pregunta, tres escaleras, la estantería, y por la noche la puerta. Y al día siguiente vuelta a empezar, ¿qué puerta?, tres escaleras, ¿qué estantería?, y abril contra mayo avasallando a junio contiguo. Y todo es la atmósfera que se funde, se alarga, se ralentiza y se llena de luz y de ojos.














martes, 9 de octubre de 2012

MI MALETA






MI MALETA













   Te escribo para decirte que necesito una maleta. De color beige y marrón, marrón claro en el refuerzo de las esquinas, una maleta casi de piel. Aprovecho para explicarte que no me puedo salir de éste trocito de suelo hasta que tenga mi maleta.


Adivino unas puertas blindadas, me he quedado dormida apoyada en esa pared y he soñado con cierto lugar en el que había puertas herméticamente cerradas, de tal manera que todo lo necesario debía ir a buscarlo a una maleta, ciertamente de piel y no de hierro o cartón como las puertas. Si te fijas, está saliendo ya el sol, todo el paisaje se ve a través de la luz casi fría del día incipiente, se puede escribir sobre el campo, tenuemente, sin apretar, están nuevos los lapiceros, no te imaginas lo que se puede llegar a sentir con ese olor a madera recién nacida. No te puedes imaginar lo que se puede llegar a añorar una maleta de esas características. 


Pasan algunos coches, van a Madrid; otros vienen, regresan desde cualquier parte del mundo, me saludo, yo regreso con ellos para poderme saludar a mí mientras espero que me construyas una maleta. 


No debes precipitarte, los objetos que deben estar en ella son de crucial importancia para cualquier viaje y también para cualquier prolongada estancia allí donde te toque ir. El cucurucho metálico para la leche, la muralla de palos de madera de encina, la pelota pequeña rojo con amarillo, los trajes de la muñeca de verano e invierno, las escaleras de piedra de tres pasos (fundamentales  en la elaboración de los sueños); las cucharillas pequeñas hechas a la medida de una circunferencia, los triángulos, las matemáticas, los mitos, el alfabeto, las nubes y el río; las impresiones que sobre ellas grabé antes de desplazarme, el vaho incandescente de la persona que era mi abuelo, las pisadas de ella sobre las losas rojas de los domingos pasando de la cocina a la alcoba mientras en el pasillo, a través de la puerta, llegaban hasta nosotros varios rayos de sol de mi historia candente… la palangana, el espejo, las burbujas con el jabón, algún que otro plato descascarillado, el ensanchamiento paradisiaco de las siestas, lo que de imprescindible hay en las puestas de sol, la certeza de que vendrá la noche… la geografía inagotada de cada tarde, aún donde allí, ahora, lejos, esta manera de relatar indemostrable.


Y después, el post data donde dejo constancia de que habité, pese a la eterna demora que representa el recuerdo. A pasos talladamente diáfanos, te iré diciendo lo que me es imprescindible que incluyas en la maleta.

















miércoles, 19 de septiembre de 2012

DISTANCIA





DISTANCIA












   Hace millones de veces que estuve allí, ahora es de noche pero entonces podía subir contaminando el sol con mis pies en el polvo.


Primero una vez, luego otra, las demás me seguían, nos encontramos una mañana investigando en una pared cuánto medía la arena; cada cual de nosotras aportó su peculiar medición, las fuimos poniendo todas en un cuaderno con flores.


Un día verde como un olivo se me llenó de barro mi soledad de cuaderno, se me movió. Un día claro como un almendro se me abrieron las hojas en las que había anotado mi deslumbrante encuentro con los miles de granos que separaban una pared de otra pared; yo los fui recorriendo, uno por uno, de dos en dos, luego a enormes zancadas, por el revés y el derecho, por aquí, por allí, por donde nunca estuvieron. Me los llevé al invierno, los traje a la primavera, me los puse en verano, los alenté en la noche, en la mañana y en el otro cuaderno en el que había anotado el día de hoy.




















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